Frida Khalo. El mundo es una cama

La siguiente historia nos adentra a la una visión personal de la vida de Frida Khalo, sus enfermedades, desarrollo de talentos, infidelidades y Diego Rivera.....


No solemos prestar la debida atención al importante papel que la cama juega en nuestras vidas. Nacemos en una cama y morimos en otra y la mitad de nuestra existencia transcurre dentro de ella. La cama cobija nuestras enfermedades, es el nido de nuestros sueños, el campo de batalla del amor. 
Es nuestro espacio más íntimo, la guarida primordial del animal que llevamos dentro. para Frida Khalo la pintora mexicana, esposa del muralista Diego Rivera, la cama era todo esto y mucho más: refugio, potro de tortura, altar sagrado. Pero Frida, por supuesto, era un animal herido. Esa herida perpetua, ese cuerpo aterradoramente lacerado ( a menudo tan débil que sólo la cama lo sostenía), se convirtió en el protagonista absoluto de su vida y de su obra. 

Frida murió el 13 de julio de 1954, una semana después de cumplir 47 años, meses más tarde, Diego Rivera convirtió la casa de su mujer en un museo que todavía hoy puede visitarse. Ahí está la cama en la que Frida murió (y en la que pudo haber nacido: esa bella casa azul de Coyoacán había sido su hogar en la infancia), un gran lecho con cuatro postes y baldaquino. Hay fotos de esa cama de cuando Frida habitaba en sus últimos años. Entonces la cabecera estaba cubierta por fotos de sus seres queridos y coronada por un friso de honor con sus grandes héroes: Stanli, Marx, Engels, Mao. Ocupan el lugar de las estampas religiosas. Para ella terminaron siendo una especie de dioses. 

Del dosel pendía, además un esqueleto de cartón, recordatorio irónico de esa muerte que siempre la rondaba; y en el cielo raso del baldaquín había, y aún hay, el espejo en el que se contemplaba para pintar sus famosos e inquietantes autoretratos. Frida Khalo es una artista de escasa producción, apenas doscientos cuadros en toda su vida, y la mayoría reproducen su propia figura: hay muchos bustos de mirada taladradora, y lienzos temáticos en donde aparece de cuerpo entero, con las carnes desgarradas, en un charco de sangre, con la espalda abierta, -Me pinto a mí misma porque estoy a menudo sola y porque soy el tema que mejor conozco-.

Con ese enternecedor afán que tenemos los humanos de retocar nuestras biografías para darle una apariencia de orden absoluto caos de la existencia, Frida siempre sostuvo que había empezado a pintar por aburrimiento a los 18 años, a través del horrendo accidente que le machacó la pierna, le rompió la espalda y le perforó el vientre. Durante la larguísima convalecencia, su madre coloco un espejo en la cama, y ella habría comenzado así a usarse de modelo. Pero no: existe un autorretrato de un par de años antes del accidente, un cuadro juvenil y burdo pero reconocible, con la misma postura, la misma mirada. De manera que pintaba ( y se pintaba) con anterioridad a su destrozo físico. No en éste el único detalle biográfico que Frida manipula: se aplicó en construirse a sí misma como personaje con una imaginación desbordante y una fuerza de voluntad superlativa. Y así, toda su vida dijo que había nacido en 1910, que fue cuando estallo la famosa Revolución Mexicana de Zapata y Pancho Villa, un romántico y trágico conflicto ( hubo más de un millón de muertos) que sacudió a la vieja oligarquía del país y consagró el indigenismo. Frida se consideraba hija de la revolución, pero en realidad había nacido en 1907. Su padre era un fotógrafo judío de origen húngaro y su madre era medio india. 

Con todo, la vida de Khalo abunda en misteriosas coincidencias y  parece estar extrañamente predestinada. Por ejemplo, tuvo un temprano encuentro con el daño físico a los 
 años de edad, cuando enfermo de poliomielitis - Recuerdo un dolor insoportable en la pierna derecha-. Ya entonces se metió en la cama durante 9 meses ( un parto hacia la invalidez), en ese lecho omnipresente que iba a ser el centro de su vida, el barquito solitario y doliente ( esas sábanas- velas sudadas por la fiebre, mojadas por la sangre y por las lágrimas) en donde ella iba a navegar hasta el fin de sus días, náufraga de la existencia y sufrimiento. De aquella polio le quedó la pierna derecha más delgada y una cojera leve, como de pájaro. 

A los 18 años iba en autobús a la escuela ( quería estudiar medicina) cuando un tranvía les embistió. Fue un accidente grave, con varios muertos y según los testigos presenciales, fue un accidente extraño, lento, casi sin ruido, con el tranvía triturando el costado del autobús de madera imparable pero poco a poco, con la plasticidad de las pesadillas. Frida apareció desnuda entre los hierros: el pasamanos la había empalado ( la barra entró por un costado y salió por la vagina). Un bote de pintura que alguien llevaba se había derramado sobre ella y esta recubierta de purpurina dorada: era como una estatua del dolor en carne, sangre y oro. Incluso el accidente, en fin, parece un mal sueño, como contagiado del mundo onírico de la cama.  Ese mundo onírico que llena también sus cuadros extraños y poderosos  símbolos. 
La colisión le partió  la columna en tres sitios, le rompió la cabeza del fémur y las costillas, le fracturó tres veces la pelvis y once veces la pierna y le aplasto por completo el pie derecho ( el pie malo de la polio). Cuando supo del estado de su hija, la madre se quedo muda de la impresión y no pudo ir a verla en mes; el padre era epiléptico................................................



Si quieres continuar leyendo la historia, la encontrarás en el libro Historias de Mujeres de la autora Rosa Montero. Es un libro que reúne, en una versión más amplia, las biografías de mujeres que publico en el suplemento dominical del periódico el País. No son biografías académicas ni artículos periodísticos, si no textos apasionados y personales de Rosa Montero, dónde presenta 15 historias de mujeres extraordinarias que vivieron bajo la sombra de un hombre.    



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